Dia perfecto (ibre)

Sustituí el uniforme del colegio por vestido negro con medias rotas negras y una capa de este mismo color con el único objetivo de camuflarme entre la gente. Tuve la suerte de encontrar la puerta principal del colegio abierta, probablemente por un descuido del conserje. Pude salir de Hogwarts, mi cárcel personal sin ningún problema, y por si acaso con la varita en la mano. Debía estar en clase a esa hora, pero no me apetecía nada ir a historia de la magia, por lo que me la había saltado sin decírselo a nadie y me dirigí al primer sitio que se me ocurrió donde relajarme, Las Tres Escobas. Esperaba que mi vestido negro me hubiera quitado la pinta de estudiante y nadie sospechase de mi huida del colegio. Tampoco era la primera vez que lo hacia.

Abrí la puerta y entré silenciosamente, cuando vi que en la mesa de delante había alguien a quien conocía: Lysander Scamander. El plan se me había ido al traste... Lysander era amigo de la familia, su madre era la profesora Luna y amiga de mis padres... Seguro que a mis padres les acababa llegando la información de que yo me había escapado del colegio y me había saltado una clase... Me fijé en que estaba leyendo y con un poco de suerte aún no me abría visto y deje caer un pequeño suspiro de satisfacción. Me puse la capucha de la capa para que no se me viera la cara y me dirigí a la barra, quedando de espaldas a Lysander. Era imposible que me reconociese... -Una cerveza de mantequilla por favor.- pedí poniendo una voz algo más grave de lo normal, con tal de que Lysander no me identificase y de paso parecer algo más mayor. Seguía inquieta por tenerle ahí detrás, pero ya no había vuelta atrás, estaba ahí dentro y no podía hacer nada más que disimular y seguir tranquilamente lo que había venido a hacer.

Noté que alguien se me acercaba por detrás, seguramente a pedir tambien algo. Me di cuenta de que era Lysander y no pude evitar notar algo así como un escalofrío. Estábamos tan cerca, que había demasiadas posibilidades de que me reconociera. Cuando nos trajeron lo que ambos habíamos pedido, pude notar en su cara algo extraño. Puede que intuyese algo... Al fin llegaron las palabras que creía sentenciaban mi muerte. Me saludó, llamándome por mi nombre. Ya nada había que hacer, así que me quité la capucha dejando ver mi despeinado pelo pelirrojo y mis ojos pintados de negro, como siempre en el colegio. Le miré a los ojos, y algo en su mirada me hizo tranquilizarme... Sin haberlo dicho con palabras podía intuir que Lysander me iba a respaldar y no se chivaría. Es más, me señaló una silla a su lado invitándome a sentar con él.

Lysander siempre me había caído bien. Aunque no nos conocíamos demasiado, las pocas veces que habíamos coincidido me había parecido alguien respetable, e incluso bastante atrayente. No sabía mucho de él, pero aún así, en aquel momento delante de él, me daba la impresión de conocerle de toda la vida. Después de dejar unos Galeones en la barra, cogí mi cerveza de mantequilla y me dirigí hacia el sitio que me había ofrecido Lysander. Me senté en aquella silla en frente de él, algo extrañada de que al parecer le diera igual que estuviese ahí, en horario escolar. -Hola Lysander- contesté yo a su saludo, sin poder evitar que una pequeña sonrisa rebelde se dibujara en mi cara.

Estando delante de Lysander empecé a fijarme cada vez más en él. Tenía unos preciosos ojos así como una deslumbrante sonrisa que me estaba empezando a volver loca.
-Estupendamente- contesté yo a su pregunta, sonriendo tímidamente. -¿Y tú?- pregunté algo intrigada por saber qué hacía él ahí.

Yo nunca me cortaba un pelo pero en aquel momento estaba sintiendo mucha vergüenza. Supongo que sería porqué Lysander me había pillado en una mala situación... O quizás se debía a que él me gustaba..., pensé en lo más hondo del alma. Aunque me obligué a quitar ese simple pensamiento de mi cabeza. No seas estúpida Lils, él es mucho mayor; ya se ha graduado y todo. Pensé, convenciéndome a mi misma de que por mi bien debía sacarme eso de la cabeza.

- Ahí le has dado. ¡Historia de la Magia!- dije poniendo los ojos en blanco de forma divertida. Odiaba esa asignatura más que nada, y aunque no era esa la única razón por la que estaba ahí, no aguantaba más en aquella aburrida clase. Me reí con él contemplando su deslumbrante sonrisa. Aquella sonrisa tenía algo de especial, algo que me dejaba asombrada e intrigada. Era una sonrisa especial y a la vez algo irreal. Aunque me encantaba, pues no era la típica sonrisa que ponía la gente. En realidad era más parecida a la mía, de lo que yo creía.

Seguí embobada mirando a Lysander. Esperaba que no se me notase demasiado la vergüenza que tenía en un principio. Después de que me explicase que a él tampoco le gustaba Historia de la Magia, se me puse un mechón de pelo por delante de la cara. Lysander no tardó en retirármelo él mismo con sumo cuidado. Cuando sus dedos rozaron mi rostro me sonrojé un poco, aunque esperé con todas mis fuerza que no se me hubiese notado. Volví mi mirada a su rostro y encontré la mirada más dulce de la historia. Aquel chico era tan... tan... tan tierno, que hacía que dejase de pasar el tiempo para mí.

-Bueno, mi mente no está ahí, pero mi cuerpo tampoco- comenté, riendo. Esperaba no haberme pasado demasiado con ese comentario... Encima de que no iba a clase y riendo tan tranquila del tema, estaba claro que yo no era normal. Ahora que empezaba a cogerle algo de confianza a Lys, mi vergüenza iba desapareciendo, aunque el color sonrojado de mis mejillas seguía ahí de forma permanente. -¿Trabajas en el ministerio de magia, no?- pregunté de repente, movida por una extraña curiosidad. De repente quería saberlo todo sobre aquel chico. Me daba igual que pareciese un interrogatorio, pero me disponía a preguntárselo todo. Mi pierna se movió de forma impaciente, dando golpecitos en el suelo como muestra de impaciencia. Mi desaliño interior ahora se podía ver a través de ese simple gesto.